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Prohibición Pesca en Tramos Libres
Eugenio Perruca, Jorge Acero, Jesús Soriano Montes

Prohibir la pesca (captura y cobro de la pieza de manera reglamentaria) es una medida injusta, desproporcionada y sobre todo, carente del más mínimo rigor científico, pero mas aún, impropia de un Gobierno que pretende ser representante de nuestra “Vieja Castilla”, moribunda, sí, pero que aún recuerda con cierta neblina lo que realmente es. Quizás en un par de generaciones ya no quede nada de ella y entonces sí que este tipo de medidas se aceptarán por la mayoría. Entretanto pues no. Los Gobiernos se creen legitimados a gestionar valiosos recursos naturales contra los derechos de los ciudadanos solo por haber obtenido un resultado electoral en un momento y obran muy mal si no escuchan y comprenden a quien lo merece en justicia.

La enorme mayoría de los pescadores NO tienen recursos asociativos para defender como se podría técnica y políticamente sus posiciones y son mediáticamente superados por minorías de agresivos activistas, entre otras razones porque los pescadores están infra-representados en los consejos consultivos de la Administración. Se debería reconocer la representación que realmente tienen los pescadores. Unos pocos no pueden imponer y dañar los derechos de la mayoría, ello provocará conflictos que más tarde o más temprano saldrán a la luz.

Los que quieren imponer a todos la captura y suelta en los tramos libres de pesca han estado muy bien organizados políticamente y, su privilegiada posición en y ante las instituciones trae como resultado ejemplos tan lesivos para los derechos como el que nos ocupa. Los pescadores no asociados (la gran mayoría) NO tienen el estatus que otros tienen para disfrutar tratos preferentes, acceso al Poder establecido y otras prebendas.

La experiencia de técnicos y pescadores expertos y experimentados durante muchas temporadas a pie de río no puede ser rechazada sin mas por no tener una imagen tan políticamente aseada para la opinión pública, tal y como la tienen otros colectivos muy persistentes en sus exigencias ambientalistas, y que confían sus justificaciones, mas a su imagen de defensores de la naturaleza y a su “verde” y omnipotente mantra ambiental, que a los conocimientos y criterios técnicos. La mayoría de los grupos ecologistas no defienden otra cosa que una caótica ideología política que, de aplicarse, nos llevaría a la pobreza social y económica para la gran mayoría de ciudadanos. Estos últimos años hemos tenido un buen ejemplo al comprobar qué consecuencias trae no ocuparse de los problemas importantes por haber dedicado demasiado tiempo a extrañas recreaciones alejadas de la inevitable realidad que siempre nos rodea.

 

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